Aprendí tanto que no podía entender que hayan sido solo un par de años, y mirando todo desde otro lado, hoy extraño un poco la inocencia de la que fui dueña. Eran momentos de luz, sin sombras. Al menos para mí. 
Tanto tiempo viviendo de la misma forma. Creyendo saber sin experimentar. Siempre igual, hasta que la vida se te cae encima. De un momento al otro. De la soledad.. al amor. Así de fugaz. 
Ya había escuchado hablar de él y lo conocí sin presentación, en el molde de un flaco cualquiera que hubiera pasado por la vida de otra chica como uno más. Semejante a una hoja en otoño, de la que existen millones. Caen, se amontonan, vuelan y se pierden sin que alguien, sin que una sola persona en el mundo, note que son diferentes. Hojas de otoño, como vos para el mundo. Y yo que te supe ver, cambiando mi vida por primera vez.
Y conocí el sabor de los besos más sinceros. Las caricias que erizaban mi piel. Tus abrazos fueron mi sostén, y tu cuerpo el mejor invento. Basto solo un poco de eso, y tu vida vino a enseñarme lo que no quería ver. Lenta y profundamente, me deje atrapar.
Nunca imaginé poder sufrir así. El amor me decía su nombre y reía dentro de sí. 

Sin embargo ya no te quiero. 
Es que la nostalgia es tan loca compañera, que va y vuelve cuando quiere. 
Pero ya no te tengo, y ya no busco encontrarte. 
Es que tu recuerdo me recorre todo el cuerpo, aunque ya no sirva nombrarte.
Fuiste momentos hermosos, fuiste el primero y fuiste todo. 
Olvidarte implicaría romperme en partes y devolverte lo tuyo. Algo innecesario.
Se aprende a vivir estando integrado. Y de vez en cuando se muere un poco... 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Genial!