Le había quedado la impresión de que a veces no basta con la voluntad propia y de que la frase que había aprendido de pequeña no siempre funciona. "Con esfuerzo se logra todo". La escuchó tantas veces de sus padres y de personas valoradas, y sin embargo hoy estaba dispuesta a juzgarla.
¿Quién iba a demostrarle que con esfuerzo se alcanzan los objetivos, si para ella había sido todo al revés? Si se brindó completa y absolutamente a una relación que fue un fracaso, que termino por destruirla y que causó un cambio drástico en su vida. Un cambio para nada deseado.
Su experiencia le demostró que muchas veces depende del otro, que más allá del esfuerzo y la voluntad que se preste personalmente, se necesita del aporte de alguien más. Aporte que no siempre llega, amor que a veces no se corresponde, promesas que a menudo se rompen. Así queda como secuela un gran número de carencias. Vacíos que no se llenan, planes que se desintegran y dolores que no cesan.
Nada de eso fue planeado, solo sucedió. El esfuerzo personal puesto en juego pareciera haber sido insuficiente. La relación resultó haber estado sujeta por dos pilares, y en el momento en el que uno de ellos cayó, todo se derrumbo. Ella sola no pudo sostener lo que correspondía a la otra parte, y todo se desplomó.
El exceso de esfuerzo fue en vano y solo alimentó a los reproches posteriores. Reproches que no servían al corazón. Poco le importaba a él quién de los dos había dado más, lo único que esperaba era que sanara la herida, y calmara el dolor. Sería cuestión de tiempo y de un esfuerzo todavía mayor.
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