Repaso y nervios - segunda parte

Orígenes de la filosofía:

Primero - 
Platón y Aristóteles encontraban al origen de la filosofía en el asombro y la admiración. Ese asombro filosófico ante el mundo, ante la totalidad del ente, (no se refiere al asombro tonto o de la vida diaria). La admiración al ver la existencia de las estrellas, del sol, de la bóveda celeste, mueve al hombre a filosofar y a buscar el conocimiento, el origen de las cosas.
Esto parece haberse vivenciado por primera vez en Grecia Antigüa, cuando los hombres, libres de las exigencias primarias y necesarias (comida, habitación, organización social) se asombraban por la genialidad de los cosmos y esto llevo a que se preguntaran por ellos. Acostumbraban reunirse en el Ágora, que era la plaza pública donde tuvieron lugar los primeros planteos filosóficos.
Tales de Mileto, fue considerado el primer filósofo por haber explicado las cusas de los hechos en base a razones puramente racionales, a diferencia de todos los otros hombres quienes fundamentaban la existencia de las cosas por medio de mitos, creencias religiosas, o leyendas.
Tales consideró al agua como el origen de todas las cosas. No se sabe a ciencia cierta porque razón, se deduce que esto ocurrió posteriormente al planteo de que los sucesos más importantes ocurren en un medio húmedo (la digestión, la reproducción) y por ello, Tales dedujo que todo provenía del agua.
El admirarse impele a conocer. En la admiración cobramos conciencia de no saber. Buscamos el saber, pero el saber mismo, no para satisfacer ninguna necesidad común. Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente a las cosas, al cielo y al mundo, preguntando qué sea todo ella y de dónde todo ello venga, preguntas cuya respuesta no serviría para nada útil, sino que resulta satisfactoria por sí sola.

Segundo -
Una vez que satisfacemos nuestro asombro y la admiración con el conocimiento de lo que existe, se anuncia la duda. Nos damos cuenta de la factibilidad de los medios utilizados para conocer. Por un lado, tomamos conciencia de que nuestros sentidos a menudo nos engañan; por ejemplo, cuando introducimos un remo en el agua parece quebrado, nuestra vista nos demuestra eso. Al tocarlo nos damos cuenta que se encuentra sin daños, lo retiramos del agua y lo confirmamos. Al volverlo a sumergir pareciera que vuelve a quebrarse. Y como este, encontramos miles de ejemplos en los que nuestros sentidos parecen jugarnos una mala pasada, entonces, si nos engañan en tantas ocasiones ¿como podemos estar seguros de que no lo hacen siempre?. Por otro lado, en la razón tampoco podemos confiar ciegamente, también en varios casos nos engañan, consideremos el siguiente problema: una casa construyen 50 obreros en 20 días, 100 en 10 días, 200 en cinco, 400 en dos días y medio: y si se continúa así resultará que con un número x de obreros la casa se construirá en un segundo, cuando sabemos perfectamente que ésto es imposible. Dejando de lado este ejemplo que claramente es exagerado, pensemos en tantos sistemas políticos que el hombre ideó, sistema enteramente racionales, perfectamente bien pensados que llevamos a la práctica, si no han resultado un desastre, han quedado muy lejos de sus pretensiones.
Cuando se tiene cierta experiencia con el conocimiento, se descubre la existencia del error, y el error nos hace dudar. En primera instancia todos creemos ingenuamente en la posibilidad de conocer, pero cuando nos damos cuenta que estamos frente a estas situaciones, nuestra punto de vista cambia.
La duda puede asumir dos formas distintas:
La duda sistemática o pirroniana: llamada así porque Pirron de Elis fue su creador. Un escéptico absoluto, quien niega la posibilidad de cualquier conocimiento. Pirron era un hombre íntegro, en el tenía plena relación lo que pensaba con lo que hacía, y lo dejó claramente evidenciado. Soportó dos o tres operaciones quirúrgicas en la época donde no existían los anestésicos, sin emitir un solo sonido, ya que pensaba que gritar iba a ser lo mismo que decir "me duele" y eso iba a implicar un conocimiento, conocimiento que negaba.
La duda matódica o cartesiana: de mayor importancia, porque marcó un conocimiento absolutamente real. Fue desarrollada por Rene Descartes, quién sometió a duda absolutamente todo lo conocido hasta ese momento y quién sostuvo que si se llevara a la duda al extremo máximo al que pudiera llevársela, cayendo en la exageración, se llegaría a un punto en el cuál no se podría dudar más, y se encontraría una certeza: esa sería la de "estar dudando" y por lo tanto la evidencia de la existencia. De aquí Descartes afirma "Pienso, luego existo" como punto de partida a cualquier conocimiento.

Tercero -
Practicando la duda como vía de conocimiento, vivimos entre y para las cosas; pareciera como si nos olvidáramos de nosotros mismos. La situación cambia cuando nos damos cuenta de nuestro papel y de nuestra existencia en este mundo.
Epicteto decía que el origen de la filosofía es el percatarse de la propia debilidad e impotencia. Él distingue dos clases de situaciones (siempre estamos en situaciones): aquellas que dependen de nosotros y las que no dependen. En situaciones como la primera estamos todo el tiempo, por ejemplo un hombre que trabaja de colectivero puede cambiar su trabajo si lo considera oportuno, en cambio, refiriéndonos a las segundas situaciones, nos encontramos con aquellas, por su esencia permanentes, aún cuando se las cubra con un velo sobreprotector. Porque no depende de mi mi muerte, ni mi fama, ni la enfermedad, ni las riquezas; porque son cosas sobre las cuales no tengo poder algo, y estan determinadas por mi destino. El nombre que se le da a estar situaciones es el de "límites" y lo introduce Karl Jaspers. 
Frente estas situaciones, actuamos ya velándolas, cuando no queda otra cosa que reconstruirnos para seguir adelante (como la mejor de las posibilidades). Normalmente preferimos a aquellas situaciones que podemos manejar y moldear a nuestro gusto, los momentos felices son más "fáciles" de afrontar y los vivimos, muchas veces, sin ser conscientes de ellos, de nosotros mismos.
Epícteto decia "si muere un amigo, es absurdo que me desespere, porque esa muerte no depende de mi, no es algo que yo haya podido modificar o impedir y si me preocupase por esa muerte, no haría otra cosa que sumar otra desdicha a la primera: la de mi angustia". Según el, lo único que depende de nosotros son nuestros pensamientos, nuestras opiniones, deseos o en una palabra: todo acto del espíritu, porque es lo único que podemos modificar y alcanzaremos la felicidad, a medida que nos dispongamos a ese propósito.
La actitud que adopte el hombre frente al fracazo es muy importante, ya que es lo que determinará en que terminará ese hombre.

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