*

La enfermedad nunca viene a inscribirse en una tabla rasa. Donde hay patología orgánica existe, antes que nada, un sujeto que la padece. Creo que se trata, siempre y en cualquier caso, de saber con quién tratamos. Conocer qué había detrás, dónde vino a caer el diagnóstico, en qué familia, en qué rutina, en qué momento y, sobre todo, cuáles eran los recursos simbólicos que sostenían previamente. Nos vemos casi obligados a hallar un punto de partida, a buscar un hilo desde donde tirar para comenzar a rearmar eso con lo que arrasó la enfermedad. Lo que aprendí, últimamente, es que existen casos en los que hay mucho más por construir que por encontrar.
P. revolucionó medio hospital. Su negativa a someterse a una operación que iba a salvarle la vida nos dejaba sin herramientas como equipo de salud. Fueron muchos pases de sala buscando estrategias e incursionando en entrevistas. La impotencia médica se traducía en pedidos de interconsulta y en un llamado, casi desesperado, a que hagamos algo para que ella "entienda". El tiempo corría, (¿o se detenía?), y una cosa era segura: la urgencia de la operación. Pero, en medio de todo este desborde y alboroto, ¿quién era P.?
Fuimos abriendo un espacio de escucha donde pudimos poner entre paréntesis a la enfermedad para traer otras cuestiones, aunque no menos patológicas. La paciente con la que tratábamos venía de una historia de pérdidas y maltratos en donde nadie podía ser ubicado en un lugar distinto al de un Otro devorador. ¿Por qué P. tenía que "entender" que los médicos querían salvarle la vida?, ¿no tenía derecho a "entender" la amputación de su pierna como un daño más, entre tantos otros? La enfermedad nunca viene a inscribirse en una tabla rasa, pensábamos. Y esta chica le había arrancado, ya antes, cosas más importantes.
Finalmente, la resolución de un juez. ¿Qué pudo llegar a representar, para P., la intervención de la ley? Tal vez, la posibilidad de terciarizar la decisión que no estaba preparada para tomar. Una chance de que Otro se ocupe, por primera vez, de lo que ella tiene derecho a no poder. Quizás, una alternativa, aunque un tanto grosera, de poder hacer una operación subjetiva. Ahora, distinta.
-Con mi pierna yo podía salir a correr, irme de los lugares. Por eso me parece que la voy a extrañar mucho. Para mí ésto es una "nopierna", la médica se enoja cuando le digo así y me dice que se llama "muñon", pero bueno- se ríe.
No es fácil que P. conciba a sus palabras como suyas y a lo que tiene para decir como importante. No es fácil porque lo está descubriendo recién ahora, con un Otro que ya no arrasa con lo propio, con un Otro que da lugar y que cuida. Es difícil y queda un montón por trabajar. Pero, hasta ahora, va entendiendo que las palabras también sirven para escapar.


No hay comentarios: