Éramos felices. De lo que no nos dábamos cuenta era de que, muchas veces, algo tan estúpido como los medios de "información", mediatizados por la televisión, nos robaban ese instante, no plenamente valorado, que pasaba a ser no tan nuestro. Sino de ellos.
Y hoy seguimos prendiendo la televisión, y seguimos compartiendo los almuerzos, pero ya no tan ingenuos. Ya no la encendemos para enterarnos de lo que pasa afuera. La prendemos para no tener que hablar de lo que pasa por adentro. Y ya no somos tan felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario