Como nunca te pasó algo igual, de animarte a soñar y correr el riesgo de cumplir tu sueño, recurrís a averiguar que haría otra persona en tu lugar.
Decidís salir a caminar por la plaza de tu ciudad a preguntar a la gente sobre sus sueños y como llegaron a ellos. Después de un tiempo de recorrer el lugar, al no encontrar a alguien que te de la información que necesitas y al ser rechazado por unas cuántas personas atrás, te sentas en un banco, ya cansado, y comenzas a pensar que quizás no valga la pena buscar llegar a un lugar al que nadie se anima a ir, que no sabes de donde partir y nadie puede guiarte para seguir adelante.
Desde el banco, observas alrededor el paisaje, es una plaza tranquila, como tu vida. En la que hay un árbol robusto y alto, postrado en el césped verde brillante junto a muchas flores coloridas. Por sectores el pasto está dañado, demostrando que en todo lo bueno, también hay algo malo. Comenzas a relacionar cada detalle de la plaza con elementos de tu historia. Te ubicas en el lugar del árbol, como centro de la plaza, y te ves como el protagonista de tu vida. Las flores podrían ser esas personas que no se animaron a avanzar, a buscar llegar a dónde un día soñaron. Y entonces te planteas ¿qué tuvo el árbol de diferente?. Lo observas y sacas tus propias conclusiones. Algo tan grande debe tener un sostén, pensás, las raíces, las que lo mantienen en pie. El sólido, de donde emerge todo. Creés que esas raíces representan tus posibilidades. Tener conciencia de dónde estás parado frente al lugar donde queres llegar, desde ahí comienza todo lo demás.
Una vez que conoces tus raíces, te podes desprender. Vas avanzando de a poco, como el árbol fue creciendo del mismo modo. Te imaginas que no fue fácil para él, tuvo que afrontar muchos obstáculos para llegar a la altura en la que está: días de lluvia torrencial, chicos que trepaban en él, otoños en los que se sentía indefenso sin sus hojas e incompleto y miles de oportunidades en las que pudo haberse arrepentido y quedarse solo como un arbusto chiquitito. Pero el árbol siguió adelante hasta llegar tan alto como el cielo. Desde ahí disfrutó los mejores paisajes y logró su sueño, crecer y convertirse en lo que hoy en día es.
Poco a poco vas entendiendo que para cumplir tus objetivos es necesario ser conciente del lugar dónde estás, tener voluntad, correr riesgos y más de una vez, no escuchar a los demás, todo lo que es necesario para cumplir tus sueños está ahí, bien dentro. Porque nadie va a decirte qué sentís, nadie va a pensarte mejor que vos en el lugar donde queres estar, nadie va a jugarse si vos no lo intentas.
Entonces encaminate, soltá amarras y sentí el placer de volar, de imaginar y realizar. Cuando vuelvas a la realidad, habrás cumplido tu sueño, fijando otro nuevo y así siempre será un comienzo. La vida consiste en eso, y cuando al final te pregunten qué das por hecho en todo tu trayecto, no te prives de contestar que cumpliste tus sueños.
escrito por mi, lo saben :)
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