Y me falta. Hoy me falta de nuevo la lejanía de sentirme en otro lado, perdida, en un algún momento y espacio.
Verme sentada a orillas del mar, a la noche caminar. Observar como las olas rompen en mis pies y ésto produce un impacto en todo mi ser. Porque no son las olas, no es el agua salada lo que me hace falta, son las horas en aquel lugar en las que todo se transforma. En las que no estoy acá con toda la realidad que ahoga, que tapa y no deja ver lo que en verdad pasa.
Es ver al mar que trae y lleva lo que quiera. Rompe contra todo, contra lo más fuerte; nada quiere interponerse. Porque es duro sentir que dentro tuyo se destruye algo que costó construir y entonces comenzas a pensar que estar ahí te hace mal (porque cuando entendes la realidad suele ser difícil de aceptar).
Y hoy me vuelvo a plantear, ya no estoy más en aquel lugar, porque me toca estar acá y nada es casualidad. Todo va bien, podría ir mejor, pero de derrotas se forma un ganador.
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Extraño Brasil, extraño las noches allá, extraño tener que viajar. Extraño esa tarde nublada en la que salimos a caminar y de la nada se largó a llover y tuvimos que correr. Nos mojamos muchísimo con Vir, pero fue uno de los mejores momentos de mi vida. Estaba corriendo a orillas del mar, mojándome con la lluvia como nunca jamás. Iba riéndome muchísimo y no me importaba nada más. La playa estaba desierta, Vir estaba preocupada porque su celular no se mojara y a mi me importaba poco lo que pasara. Yo estaba feliz, y me sentí vivir. Capaz por eso extrañe tanto estar allá. Quizás por eso necesite volver y estar otra vez, frente al mar.
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